martes, 8 de abril de 2008

Ella no se moja el pelo

Avanza el mediodía por las calles de una ciudad cualquiera. La lluvia, incesante, no para de caer y se mezcla con el viento que hace de las hojas de los árboles materia indeleble y dispuesta a tomar vuelo. Las personas que a esas horas se encuentran fuera de sus domicilios caminan inmersas en sus pensamientos y con mayor prisa de la habitual por llegar a su destino. Unas, las que no tienen paraguas, se afanan por buscar los rincones de las casas para protegerse del agua o corren más de la cuenta para mojarse lo menos posible. Otras, las que disponen de esa protección, luchan para que, ni a ellas, ni a sus paraguas se los lleve el viento. Es una guerra contra naturaleza y con uno mismo. Nadie habla con nadie.

Pocas son las personas que, a causa de lo desapacible del tiempo caminen con el rostro descubierto. Nadie quiere mojarse y los que no disponen de protección se acurrucan en sus abrigos para no llegar a sus respectivas casas empapados de agua. Pero entre todas esas personas hay una que sí enseña su semblante, aunque solo hasta donde puede. Nazira camina sin prisa y con menos temor a la lluvia que los demás. Sí, es musulmana, y como tal, su cabeza está cubierta por un hyjab moderno, es decir, de los que dejan al descubierto la cara.

A ella no le preocupa que la lluvia caiga sobre su cabeza, porque ella no se moja. No mira a nadie, pero a ella tampoco la observan. La sociedad actual está ya acostumbrada a cruzarse con personas de diferentes religiones y con otras formas de vestir. Además, nuestro modo de vida “a contrarreloj” nos impide pararnos a observar el mundo, a mirar más allá de nuestras tradiciones o a captar diferentes hábitos de vida.

Nazira no enseña nunca su pelo. Nadie sabe si lo tiene moreno, rubio o de color rojo. Tampoco si es corto o largo. No tiene la menor importancia que a ella un día le apetezca rizárselo antes de salir de casa o pasarse las planchas para tenerlo más liso. Nunca podrá ir a la peluquería y ponerse flequillo para cambiar de imagen porque, aunque lo haga, también ese trozo de su cabello estará cubierto cuando pise la calle. Nadie verá su melena al viento, o con los reflejos de los rayos del sol.

No podrá hacerse un recogido, ponerse una goma elástica o simplemente dejárselo suelto porque ese pañuelo es mucho más que un simple recubrimiento para el cabello. Simboliza su entorno, sus creencias, su religión. Su mundo. Pero nadie le ha preguntado nunca si realmente ella quiere llevarlo. Si comulga con lo que representa. A Nazira le han prohibido enseñar algo tan suyo como es su propio pelo y, aunque no le guste, debe acatarlo. Deberá aceptar que no puede mojarse bajo la lluvia de un tormentoso día. Aunque a nosotros nos parezca molesto, para ella sería todo un soplo de vida.

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