miércoles, 5 de marzo de 2008

Gestos y miradas, a análisis


Dos días después del segundo y último “cara a cara” entre Mariano Rajoy y Zapatero, hoy todavía seguimos con la resaca del debate. Si ayer hablábamos de lo que fue el diálogo en sí, hoy toca un análisis más profundo a los gestos, la forma y el tono al hablar y las diferentes posiciones de los dos máximos candidatos a hacerse con la victoria en las urnas el próximo domingo.

A muchos les parece exagerado que se hable y analice tanto sobre este tipo de aspectos, pero, a corto plazo, son los que garantizan el éxito o aseguran el fracaso. Un tono de voz contundente da seguridad y una corbata mal puesta aporta una imagen nefasta para los millones de espectadores que, aunque les parezca excesivo, también se fijan y comentan sobre ello.

Como ya se apuntó a
yer, el lunes vi a un Zapatero que empezó más inseguro que en el primer debate. Con un tono de voz más apagado y el cansancio visible, tanto en su rostro como en sus gestos y expresiones. El socialista estaba mucho menos maquillado que en el anterior cara a cara, un desacierto de su gabinete de imagen puesto que, con tantos días de campaña esa ahora cuando el agotamiento se hace más palpable y cuando más “chapa y pintura” hay que echar a la cara.

El del PSOE además titubeó bastantes veces al principio del debate y parecía no tener muy claro lo que quería explicar. Miró demasiado a sus anotaciones, hasta tal punto que pasó varios minutos sin mirar ni a la cámara ni a su interlocutor, Mariano Rajoy. Conforme iba avanzando el debate, Zapatero ganó en templanza y comenzó a mirar mucho más a Mariano Rajoy y a creerse lo que estaba diciendo. Se olvidó de los papeles y se remitió más veces a su libro blanco que, por cierto, a pesar de que prometió que ayer mismo iba a estar en Internet disponible para todos los ciudadanos, no lo hemos podido ver hasta esta mañana. Un dossier de casi 150 páginas con los datos, un poco hinchados de toda una legislatura de gobierno y antecedentes del anterior.

También apunté ayer que el golpe de efecto que Zapatero dio asegurando que si ganaba el PP las elecciones iba a apoyarle sin condiciones en materia de lucha antiterrorista. Ese fue el punto álgido de la noche para el leonés. De ahí en adelante, viendo que Rajoy no fue capaz de contrarrestarlo y jugando con las propias armas del candidato del PP al comparar las cifras de fallecidos por ataques terroristas, Zapatero se fue a la publicidad seguro en sí mismo y listo para encarar con más firmeza la segunda parte.

Durante todo el debate el del PSOE dejó de lado también sus característicos movimientos de manos y se dedicó a hablar mucho más con las miradas, los gestos con la cabeza y algún acercamiento de su cuerpo hacia Rajoy cuando quería dirigirse especialmente hacia él. Finalizó de una manera más creíble que en el primer debate porque no miró ni un instante a sus anotaciones. Dio una imagen de mayor credibilidad con los ojos puestos en la cámara que lo filmaba y cerró con su cinematográfica frase y una sonrisa cómplice.

Dio siempre la impresión de estar muy atento a las palabras del presidente de la oposición y le contestó en muchas ocasiones, quizá todavía molesto por la acusación de la semana pasada de Rajoy de haber agredido a las víctimas.


Por su parte, Mariano Rajoy contaba este lunes con la ventaja de no abrir el discurso y tener más tiempo para pensarse sus palabras y escuchar las de su contrincante para pensar y elaborar las respuestas. Consiguió conectar con la población cuando ofrecía propuestas pero aburrió demasiado con sus continuas referencias a ETA. Apenas movió los brazos y, especialmente al principio no prestó atención a sus apuntes, muy acertado este movimiento, con el que consiguió que su mensaje calase, especialmente cuando Zapatero estaba más flojo.


Pero tuvo un gran fallo el candidato del PP. Todos los papeles que llevaba e iba desechando, los dejaba en el suelo, junto a su silla. Al principio no se vio este detalle, pero con el plano que los realizadores hicieron desde arriba, la impresión que dieron todos los papeles tirados en el suelo fue muy mala.

Ello, junto a los continuos “ticks” de su ojo (más acentuados que en el primer debate) aportaron una mala imagen de Rajoy, que también debería haber revisado su barba antes de acudir al encuentro. Tampoco estuvo muy acertado en su posición encima de la silla. Hubo ocasiones en las que desplazó su espalda hacia atrás, dando una sensación de desentendimiento o aburrimiento con lo que se estaba hablando.

En cuanto a corbatas, acertadas las de ambos, si bien la de Zapatero era de un azul excesivamente oscuro para el color de sus ojos. La de Mariano Rajoy, por su parte, de color rojo, congeniaba mejor con la chaqueta, aportaba color a su imagen y contribuyó a darle una personalidad más fuerte. También mejoró el del PP su traje de la anterior semana, que le quedaba muy corto. En cualquier caso, ambos acertaron con el vestuario.

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