martes, 29 de abril de 2008

Un día cualquiera, que no fue como los demás

Son las siete menos veinte de la mañana de un día laborable como otro cualquiera. María sale de su casa con el tiempo justo. El mes de marzo casi llega a su ecuador y en Guadalajara no hace frío en exceso. Pero, a pesar de ello, su novio, Fernando, ya le había dejado preparado desde la noche anterior su abrigo frente a la puerta para que no se le olvidara antes de coger el tren que le debe llevar a Madrid, donde trabaja como informática en una importante empresa. María y Fernando viven juntos desde hace dos años y hace una semana él le pidió su mano. Se casarán dentro de un año. María pasa por uno de los mejores momentos de su vida. Comprometida con el hombre al que ama, con casa propia, un sueldo y un puesto estables y un rumor que corre por su oficina de que la van a ascender para contar con mejores condiciones laborales. Fernando estaba dormido y María no quiso despertarle para avisarle de que se iba. No pudieron despedirse.

Al ser una usuaria habitual, a María mucha gente le conoce en la estación de su ciudad. Como cada mañana, el portero le dio los buenos días. Pero en aquella jornada él no mostraba la sonrisa que le acompañaba desde que se levantaba de la cama. Aquél día se quedó extrañado al ver una furgoneta blanca aparcada justo delante de la estación. De ella había visto bajar a tres hombres de nacionalidad musulmana que, rápidamente, se subieron al tren con destino a Atocha. Minutos después apareció María y el portero, pendiente de su sospecha y sin quitar ojo a la furgoneta, no la saludó con la misma efusividad de todas las mañanas. Con el tren casi en marcha, María tuvo que correr para poder subirse y arribar a tiempo a la estación de Madrid, y no llegar así tarde a su trabajo. El destino quiso que sus piernas tuviesen la velocidad suficiente como para no perderlo. Eran las siete de la mañana del once de marzo del año 2004. En algo más de media hora, María estaría en Atocha.

Era el “prime time”, la hora punta, y, debido a su tardanza, María no encontró asiento libre. El tren iba repleto de trabajadores, como ella, que se dirigían a sus oficinas y empresas en la capital de España. Gente normal, que vivían el día a día, que pensaban, como María, que aquel jueves era un día más, que no sabían que aquél iba a ser el fin de sus días. Junto a ella, de pie, viajaba uno de los musulmanes que el portero había visto subirse con demasiada rapidez e impaciencia al tren.

Ocho menos veintinco de la mañana. El tren aminora su velocidad, está entrando en la estación madrileña de la puerta de Atocha, donde María se debe bajar. Segundos antes de entrar en la estación, el hombre que estaba a su lado mete sus manos dentro de su chaqueta. Es la última imagen que las retinas de María perciben. En cuestión de segundos, una tremenda explosión emerge del tren. Después, nada. Los restos de María yacen esparcidos junto a los de los demás viajeros.

Media hora más tarde, Fernando, ya despierto, y mientras desayuna, escucha a Iñaki Gabilondo y su repaso a la actualidad en la Cadena Ser, como todas las mañanas. Pero éste no es un día cualquiera. De repente, el periodista vasco interrumpe el ritmo habitual de su programa con una noticia de última hora. “Se desconocen todavía los detalles, pero una bomba a explosionado en un tren de cercanías a su entrada en Atocha. Todo apunta a que es un ataque terrorista. La magnitud del atentado es enorme”. Fernando estaba casi dormitando con el café en su mano, pero cuando escucha la noticia, un escalofrío recorre su cuerpo y salta de su silla en busca de su teléfono móvil para marcar el número de María. El teléfono de su prometida “aparece desconectado o fuera de cobertura”.

Fernando se pone en lo peor, pero a la vez, se aferra a la esperanza de que, el paso por un túnel le haya hecho perder la cobertura a María. Lo intenta de nuevo a los cinco minutos pero la respuesta es la misma. Lo vuelve a intentar otra vez. Y otra más. Y otra. Pero el teléfono no da señal. Sus malos augurios cobran cada vez más fuerza.

Se viste lo más rápido que puede, coge su coche y acelera por la autovía con la intención de entrar en la capital madrileña. Los aledaños de la estación ferroviaria están colapsados. Aparca su coche y se dirige hasta Atocha andando, mientras suplica porque el tren que cogió María no fuera el que ha explosionado. La estación es un auténtico caos. Colapsos de gente y muchas ambulancias pero, a pesar de los atascos reina el silencio y la desolación. Un auténtico glaciar.

Fernando se dirige a los mostradores. Decenas de personas rodean a los operarios de la estación, que trasmiten con la mayor entereza posible, los datos de los que hasta ese momento disponen. “El tren que ha explosionado venía de Guadalajara. Era el cercanías que salía a las siete menos cuarto de la mañana y se dirigía a Chamartín. Ha explosionado cuando entraba en Atocha, pasadas las siete y media”, gritan los operarios.

Entonces ya no hay esperanza. Fernando cae al suelo, suelta un grito desgarrador y rompe a llorar. Ya nunca más volverá a ver a María. Ya no podrá dejarle más noches el abrigo frente a la puerta de su casa. Ya no se podrá casar con ella. Se ha ido para no volver y no pudo despedirse de ella aquella mañana.

Pero hay veces, como esta, en las que un adiós no acepta despedidas. El tren se llevó lo mejor. Lo mejor de María, pero también lo mejor de Fernando. Los sueños de ambos echaron a volar aquella mañana. María fue una más de los 191 muertos que aquella pesadilla se cobró el fatídico 11 de marzo en Madrid.

Desde el más allá, ella vio la desolación de Fernando, su inconsolable tristeza. Vio a toda España llorar su muerte y la del resto de víctimas, pero también vio, durante cuatro largos años cómo utilizaron su muerte para intentar encubrir la verdadera historia de lo que sucedió esa mañana. Vio cómo su amigo, el portero de Alcalá de Henares era amenazado por acudir a la policía y avisar de la sospecha que aquella mañana le hizo ver una furgoneta aparcada delante de la estación y a los hombres que con tanta prisa y queriendo pasar desapercibidos se subieron al tren.

Fernando decidió cambiar de casa y mudarse al centro de Madrid. Buscó otro trabajo. Todas las mañanas, desde aquel 11 de marzo se sienta en uno de los muros que cubren la estación de Atocha. En silencio, cierra los ojos y recuerda la barbarie que aquel día presenció. Entonces, se evade del mundo que le rodea y le pregunta a María qué podría hacer para volver a empezar de cero, para deshacer lo que ya está deshecho. Para regresar a esa mañana en la que no se despertó para despedirla, para retenerla cinco minutos con un simple beso y que así ella perdiese el tren. El tren que se llevó todos sus sueños. Pero entonces Fernando abre los ojos, abrumado por el ruido de otro cercanías que entra en Atocha y vuelve a la realidad. Sentado en el muro, sigue en silencio, pero mirando a su alrededor, todas las mañanas se repite continuamente una pregunta a sí mismo, a la que nunca podrá encontrar respuesta: “¿Por qué?”.



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lunes, 28 de abril de 2008

Así no

Una de las noticias que más convulsiones ha generado en los últimos días ha sido la referente a la primera de las tres mociones de censura que se han presentado contra alcaldías de municipios en las que gobierna ANV. La de Mondragón, por ser la primera y, además, el escenario donde ETA asesinó por última vez, levantaba expectación mucho antes de que se llevara a cabo.

Como suele ser habitual, en un principio todos los partidos políticos estaban a favor de sacar del poder a una agrupación, la única, que no condenó el atentado que le costó la vida a Isaías Carrasco. Con sus también habituales idas y venidas, y dejando patente la crisis interna que vive el PNV, los nacionalistas vascos se dividieron y, mientras unos apoyaban la moción, otros, el brazo radical de la agrupación liderada por Urkullu, se quejaban y decían que eran medidas que iban en contra de la democracia y la libre expresión de ideas.

Finalmente se consiguió crear una moción llamada “ética”, promulgada por el PSE y apoyada también por el PNV, que era, se suponía, el primer paso que el consenso político debería haber traído para echar a ANV del ayuntamiento de Arrasate. Pero, con el afán de protagonismo que siempre les caracteriza, el PP, de manos de su concejala en el pueblo gipuzkoano, se abstuvo, con el pretexto de que una moción ética no era suficiente, y que se debía ir directamente a la censura. Lo que en el PP parece que todavía no han aprendido es que, para llegar al final de un camino, hay que ir dando pasos hacia delante y que no se puede llegar de una sola zancada al destino final. Iciar Lamarain, concejala del PP en Mondragón, se arrepintió al día siguiente de su actuación, pero no desaprovechó la ocasión para criticar a los socialistas por su propuesta de moción “light”.

Los que también se abstuvieron fueron los concejales de EB, dejando también claras las enormes diferencias entre los de Madrazo y los dirigentes de Madrid, encabezados por Gaspar Llamazares. Dos de los tres concejales tomaron esta decisión, mientras que el otro, de EB- Zutik voto en contra de la moción. Llamazares no tardó en salir a la luz pública anunciando que los miembros de su partido que tomaron esta decisión estaban fuera de su partido. Otros que se unieron a la abstención fueron los concejales de Eusko Alkartasuna.

Las decisiones de estos dos últimos partidos pueden tener una lectura más allá del simple hecho de una abstención. Tanto EA como EB forman parte, junto con el PNV del tripartito que actualmente gobierna el País Vasco. A pesar de las divergencias ideológicas que puedan llegar a tener, lo cierto es que quiénes conducen el velero vasco son los tres partidos, con un claro liderazgo del PNV. ¿Podría ser que, para acallar las voces de los nacionalistas más radicales, representados por Joseba Egibar, el PNV hubiera decidido, no sólo sus votos, sino también los de EA y EB, para, sobre el papel apoyar la moción ética, pero después tener bien estudiada la estrategia para que no se llevara a cabo?

Lo que es cierto es que, con los números sobre la mesa, nueve votos se decantaron en contra de la moción ética (siete de ANV, uno de Aralar y el ya mencionado de EB- Zutik) y ocho a favor, mientras que, los que deberían haberla apoyado, como el PP y EB, finalmente se abstuvieron. Así pues, la moción ética, el primer paso para echar a ANV de la alcaldía de Mondragón, no prosperó gracias a la chulería de unos y el miedo de otros. Después, tanto unos como otros, se quejarán de la violencia callejera, las extorsiones y la falta de libertad en Euskadi cuando son precisamente ellos los que les dan oxígeno. Después pondrán autobuses para llenar Madrid con banderas de España y kilométricas pancartas con lemas en contra del gobierno. Después se harán la foto con las víctimas pero a la hora de la verdad, cuando hay que pasar a los hechos que de verdad importan para solucionar este grave problema que asola al País Vasco, entonces no dan el paso definitivo. Sólo hay una cosa que está clara. Ésta no es la forma de derrotar a ETA. Así no. Porque nuestros enemigos no son quiénes piensan diferente a nosotros, si no los que, por hacerlo, tienen la sangre tan fría y el corazón tan helado como para coger un arma y apretar el gatillo para dejar sin vida a las personas que no comulguen con sus ideas políticas.

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miércoles, 23 de abril de 2008

La niña de Rajoy se revoluciona

Cuando Mariano Rajoy le puso a su niña electoral el nombre de “Victoria Esperanza” no lo hizo, ni mucho menos al azar. Lo que él no sabía es que ese segundo nombre no iba a ser la esperanza que, él creía, España iba a tener si ganaba el Partido Popular las elecciones. Pasado ya más de un mes desde los comicios generales ya sabemos que la niña de Rajoy no se llama Victoria, si no sólo Esperanza. A secas. Y más que suficiente. Porque la niña de Rajoy nos ha salido guerrera.

Después de su guerra mediática con Alberto Ruiz- Gallardón, Esperanza Aguirre, a la que parece gustarle demasiado ser el centro de las polémicas a pesar de sus quejas hacia la interpretación que los medios hacen de sus palabras, decidió lanzar un “órdago” a su propio partido, insinuando que iba a presentarse como candidata a la presidencia del PP, rivalizando a Mariano Rajoy. Tras los posicionamientos de los llamados “varones”, es decir, los hombres fuertes del Partido Popular del lado de Rajoy, Esperanza rectificó, viendo que no contaba con tantos apoyos como los que quizá en un principio pensó que iba a tener.

La enésima, que no la última, llegó el pasado lunes, cuando por la mañana negó rotundamente que se presentaría para liderar el PP y por la noche, en el programa 59 segundos, dijo que esa decisión de no presentarse es “inamovible…o no”. Las últimas declaraciones de Doña Cuaresma han llegado hoy, al contestar a Manuel Fraga y decirle que “lo de la mordaza no va conmigo”, en alusión a lo que el gallego le replicó, de que debería estar callada, por el bien de su partido.

Ahora bien, ¿estamos, como Aguirre dice solamente ante una interpretación de los medios de las réplicas que, tanto unos como otros se lanzan?, ¿Lo que busca Esperanza Aguirre es realmente un simple debate de ideas? Las dos preguntas se pueden responder con un “No” rotundo. A pesar de que ella lo niegue, Esperanza Aguirre tiene muchas ganas de llegar a presidir algo más que una Comunidad Autónoma porque, aunque niegue tener más aspiraciones de las que ha conseguido hasta ahora, es innegable que quiere ser la líder del PP para hacer y deshacer a su gusto porque, de no tener tales aspiraciones, no continuaría en política, como todos.

Aguirre lanzó el “farol” u “órdago”, como muchos han calificado, dada su conocida afición a jugar a las cartas para observar cómo se posicionaban sus compañeros de partido y los diferentes medios de comunicación a los que todavía les faltaba un hecho de estas características para tomar parte en la guerra interna del Partido Popular. Ahora, que sabe que no cuenta con demasiados apoyos, lo más probable es que lleguemos a Junio y en el Congreso del Partido Popular tan sólo haya una candidatura, la de Mariano Rajoy.

Pero por predicciones que no quede. Esperanza Aguirre va a continuar con su hambre de poder. Esperará a cumplir los años que le quedan al frente de la Comunidad de Madrid para pasar a ocupar un asiento en el Senado y, desde allí, poder presentar su candidatura en el próximo Congreso del PP. Es más, otro pronóstico: El día que Aguirre se juegue su puesto al frente del Partido Popular lo hará frente a uno de sus grandes enemigos, uno que también tiene mucha sed de poder. Alberto Ruiz- Gallardón.

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lunes, 21 de abril de 2008

¿La democracia tiene de verdad tanta fuerza?

Cuando se producen atentados terroristas con víctimas mortales todos los políticos salen a la palestra convocando ruedas de prensa con un diálogo que ya todos sabemos de antemano y que parecen tener escrito como patrón, guardado en un cajón que desearían no tener que abrir nunca para desempolvar tal discurso. Frases como “ETA tiene la batalla perdida”, “están derrotados” o “el peso de la democracia es más fuerte” se suceden de uno y otro lado, sin importar entonces cuáles son las ideas políticas que defienden. Pero, ¿realmente la democracia es más fuerte?

En nuestra sociedad actual somos mayoría los que repudiamos y rechazamos los ataques terroristas de cualquier tipo, especialmente los de ETA, que son los que más de cerca nos tocan pero, utilizando de nuevo una de esas frases tan repetidas, “matar es muy fácil”, porque con uno, una sola persona que tenga la sangre fría de apuntar a la cabeza o al corazón de una persona y apretar el gatillo de su arma, solamente con una persona que sea capaz de hacerlo, la democracia se desinfla y no tiene esa fuerza que los políticos se esfuerzan por demostrar cada vez que el dolor y la tristeza por una muerte incomprensible llenan las páginas de los periódicos, los telediarios y los minutos radiofónicos. Frente a esa fuerza utópica de la democracia, se impone la fuerza real de las balas y las bombas.

Tras la muerte de Isaías Carrasco, hace más de un mes, a estos discursos, los políticos añadieron la necesidad de que los ciudadanos acudiéramos en masa a votar, como mejor respuesta posible ante ETA porque, afirmaban, significaría una nueva victoria de la libertad. Es absurdo hablar de libertad cuando una persona está a punto de ser enterrada por haber manifestado sus ideas públicamente y haber ostentado un cargo gracias, precisamente, a esa libertad de la que ellos hablan, tuvieron los ciudadanos para dar su voto y aupar a Carrasco al Ayuntamiento de su pueblo.

Por mucho que intenten convencernos, esa batalla que afirman ETA tiene perdida no es todavía una realidad. ¿Qué pasaría si en una idílica situación el mundo entero arrojaría todas sus armas a la hoguera y una persona se quedará con una pistola en casa? Entonces, esa persona sería la dueña del mundo, porque podría amenazar al resto con acabar con sus vidas si no les hacen caso.

Pero esténse tranquilos, no vamos a hablar de vender nada a nadie, ni de pagar un precio político. Solo de la libertad, tan relativa en la que nos movemos actualmente. Porque, no nos engañemos, ni ETA está hoy por hoy vencida por la democracia, ni los ciudadanos disponemos de la libertad que los políticos nos hacen creer que tenemos.

Lo que sí debemos tener es voluntad de querer acabar con este terror que desde hace tanto tiempo asola a España en general y al País Vasco en particular. Porque, como dijo el presidente del Gobierno, “juntos todos acabaremos con esta lacra”. Juntos. Todos juntos.

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jueves, 17 de abril de 2008

El gran significado de un absurdo trapo de colores

Hace varios meses, desde el Gobierno de Madrid se obligó, en un plazo determinado de tiempo a todos los Ayuntamientos e instituciones españolas a colocar en sus fachadas la bandera española. Como no podía ser menos, la exigencia suscitó polémica en varias localidades y ciudades del País Vasco, entre ellas, Bilbao, donde la bandera rojigualda no ondeaba hasta ahora.
La fecha tope en la que se debía colocar la insignia era a principios del mes de abril y, con absoluto pesar, el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna (PNV) se vio obligado a colocar la susodicha en el Ayuntamiento de la capital vizcaína. La nueva inquilina del órgano municipal bilbaíno trajo consigo varias reprimendas y alguna que otra manifestación, con mucha ikurriña presente, además de protestas continuadas.

Este es solo un caso más que evidencia el gran engaño al que, ya no sólo la población española, si no todos los seres humanos estamos sometidos. Discutimos por pertenecer a una u otra bandera. Nos peleamos por ellas, las alabamos o nos enfadamos con nuestros amigos por defenderlas. A veces, somos capaces hasta de matar por ellas.

Pero nunca nos hemos parado a pensar ¿qué es realmente una bandera? Y es que, a fin de cuentas, una bandera no es más que un trapo teñido de diferentes colores. Eso es lo que desata en nosotros pasiones, aborrecimiento o el llegar incluso a empuñar un arma en su defensa.

Ellas desatan ese sentimiento de cariño hacia un territorio y un odio hacia el otro. El que es vecino, el que nos engloba a todos pero, creen algunos, nos oprime y no nos deja ser libres. Un sentimiento, como el mismo trapo de color, absurdo porque, ese sentir no se corresponde con lo que nos ocupa. Se puede sentir el calor del sol en verano, el frío de una helada en invierno. Se puede sentir odio o cariño por una persona, por un animal pero no por un territorio, sea cual sea. Porque, aunque a veces no nos guste, a los territorios pertenecemos, no los sentimos.

Por eso, y ante un tema tan delicado como el de los sentimientos hacia la tierra o el amor a las banderas se debe ser especialmente inteligente y no dejarse engañar, como se ha hecho a lo largo de la historia. Al fin y al cabo todas las banderas son iguales. Trozos de tela con diferentes colores y diseño, pero trozos de tela, simplemente eso.

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jueves, 10 de abril de 2008

¿A dónde vamos sin Esperanza?

La esperanza es siempre lo último que se pierde. O, por lo menos, lo último que se debe perder. Pero, cuando esta palabra comienza con mayúscula, hay veces que hay que dejarla a un lado, hacer caso omiso de ella porque si se crece, o la hacen crecer, destruye todo lo que está, a priori de su lado.

En el último mes venimos oyendo asiduamente continuas referencias a “los equipos”. Será porque, tanto la Champions League de fútbol como la Final Tour de baloncesto están llegando a su fase final y a todos nos da por hacer símiles deportivos, pero desde que el Partido Popular perdió las elecciones se ha oído hablar mucho del nuevo equipo que va a formar Rajoy, o de otros “dream teams” que pueden aparecer para hacerle frente. Aunque la sociedad está confundida y sin saber exactamente si de verdad va a haber una candidatura sólida para pelear con el gallego por el liderato en el PP.

En ese sin vivir nos tiene Doña Esperanza Aguirre que, aplicando el refrán “donde digo digo, diego Diego”, primero desechó la idea de presentarse para liderar su partido y ahora rectifica para decir que “no lo descarta”. Las ansias de “Doña Cuaresma” por dejar “el exilio” político, la penumbra de su liderazgo son tan grandes que ya ni siquiera puede evitar contestar con algo de sinceridad a los periodistas que, ahora más que nunca, se ensañan con este tema.

¿Veremos a Aguirre presentar su candidatura en junio durante el Congreso del Partido Popular? Nadie lo sabe. Quizás ni ella. Puede que se encuentre sopesando lo que es más positivo para su persona, lo que le daría más popularidad. Esperanza Aguirre es querida en la Comunidad de Madrid, pero ¿a nivel del país sería aceptada?

En el caso de que se presente, su equipo de oposición (que no de gobierno) parece estar más que perfilado. A su lado se quedaría el brazo más radical del partido de la Calle Génova. Con ella al frente de los populares veríamos de nuevo a Eduardo Zaplana en primera plana política. A buen seguro que Ana Botella ostentaría un cargo mayor del que ahora posee y, por supuesto, su marido y ex presidente de España, José María Aznar, aunque no realizase una política activa, estaría muy presente en el devenir de su partido.
Además, podríamos ser testigos de la entrada de un periodista, si se le puede llamar así. El peloteo constante de Federico Jiménez Losantos a Aguirre es ya descomunal, con reverencias incluso a los sombreros que la presidenta de la Comunidad de Madrid se pone en las manifestaciones de la AVT. Que Losantos está inmerso en política no es un secreto ni una afirmación escandalosa, pero si Aguirre se presenta como candidata y consigue ganar la partida a Mariano Rajoy, el locutor de la Cadena COPE podría tener mucho protagonismo en las filas de su partido.
Quedaría la duda, pues, de Francisco Camps. El presidente de la Comunidad Valenciana es buen amigo de Esperanza Aguirre pero siempre se ha mostrado algo reticente a montar escándalos de este tipo y, a la hora de la verdad, podría declinarse del lado de Mariano Rajoy.

En ese lado, el del gallego, la renovación va a ser más que clara. Como viene dándose desde que anunciara la retirada a un segundo plano de Eduardo Zaplana y el nombramiento de Soraya Sáez de Santamaría como portavoz de los populares en el congreso, Rajoy está esperando a realizar más cambios hasta que no llegue el mes de junio y sea reelegido en la asamblea de su partido.
Lo que está claro es que ahora debe mostrar más que nunca, especialmente si sale reelegido, que él es quien manda en su partido y, como consecuencia, él debe ser quien realice los cambios.

En el caso de que Esperanza Aguirre se presente como candidata a liderar su partido y lo pierda, Rajoy quizá tenga un as debajo de la manga y coloque a Alberto Ruiz Gallardón muy cerca suyo. Por todos es sabido la buena imagen que posee del alcalde de Madrid, incluso fuera de su ciudad, ya que es aceptado, incluso por algunos votantes del PSOE.
Quién sí estará a su lado será Sáez de Santamaría, que representa ya el cambio que Rajoy quiere en su equipo, un equipo en el que también habrá lugar para Ángel Acebes, el perrito más fiel que un amo pueda tener.

Habrá que esperar hasta junio para saber quienes serán finalmente los candidatos a presidir el Partido Popular pero, hasta entonces, seremos testigos de muchas confesiones, declaraciones y réplicas entre unos y otros que evidencian lo que ellos mismos quieren esconder: una división cada vez más creciente dentro del Partido Popular.

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martes, 8 de abril de 2008

Ella no se moja el pelo

Avanza el mediodía por las calles de una ciudad cualquiera. La lluvia, incesante, no para de caer y se mezcla con el viento que hace de las hojas de los árboles materia indeleble y dispuesta a tomar vuelo. Las personas que a esas horas se encuentran fuera de sus domicilios caminan inmersas en sus pensamientos y con mayor prisa de la habitual por llegar a su destino. Unas, las que no tienen paraguas, se afanan por buscar los rincones de las casas para protegerse del agua o corren más de la cuenta para mojarse lo menos posible. Otras, las que disponen de esa protección, luchan para que, ni a ellas, ni a sus paraguas se los lleve el viento. Es una guerra contra naturaleza y con uno mismo. Nadie habla con nadie.

Pocas son las personas que, a causa de lo desapacible del tiempo caminen con el rostro descubierto. Nadie quiere mojarse y los que no disponen de protección se acurrucan en sus abrigos para no llegar a sus respectivas casas empapados de agua. Pero entre todas esas personas hay una que sí enseña su semblante, aunque solo hasta donde puede. Nazira camina sin prisa y con menos temor a la lluvia que los demás. Sí, es musulmana, y como tal, su cabeza está cubierta por un hyjab moderno, es decir, de los que dejan al descubierto la cara.

A ella no le preocupa que la lluvia caiga sobre su cabeza, porque ella no se moja. No mira a nadie, pero a ella tampoco la observan. La sociedad actual está ya acostumbrada a cruzarse con personas de diferentes religiones y con otras formas de vestir. Además, nuestro modo de vida “a contrarreloj” nos impide pararnos a observar el mundo, a mirar más allá de nuestras tradiciones o a captar diferentes hábitos de vida.

Nazira no enseña nunca su pelo. Nadie sabe si lo tiene moreno, rubio o de color rojo. Tampoco si es corto o largo. No tiene la menor importancia que a ella un día le apetezca rizárselo antes de salir de casa o pasarse las planchas para tenerlo más liso. Nunca podrá ir a la peluquería y ponerse flequillo para cambiar de imagen porque, aunque lo haga, también ese trozo de su cabello estará cubierto cuando pise la calle. Nadie verá su melena al viento, o con los reflejos de los rayos del sol.

No podrá hacerse un recogido, ponerse una goma elástica o simplemente dejárselo suelto porque ese pañuelo es mucho más que un simple recubrimiento para el cabello. Simboliza su entorno, sus creencias, su religión. Su mundo. Pero nadie le ha preguntado nunca si realmente ella quiere llevarlo. Si comulga con lo que representa. A Nazira le han prohibido enseñar algo tan suyo como es su propio pelo y, aunque no le guste, debe acatarlo. Deberá aceptar que no puede mojarse bajo la lluvia de un tormentoso día. Aunque a nosotros nos parezca molesto, para ella sería todo un soplo de vida.

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